EL DÍA QUE VIALE FBC CAMBIÓ LA HISTORIA

Gladiadores. Cada paso profundo, desde el ingreso a la cancha con la ilusión intacta, hasta el saludo final con los triunfadores de turno, con algunas lágrimas que decoraban esa escena bélica, dejaba ese sello estampado, de que la historia había cambiado para siempre.

La V Azulada no sólo disputó un partido por los 32avos de final de la Copa Argentina frente al campeón de América y sub campeón del mundo. No. Sencillamente porque encerrarnos en esa definición abstracta y estadística de la situación sería tener poco criterio de evaluación general y principalmente un marco de lógica repudiable frente a tal acontecimiento. Viale FBC perdió el partido por la diferencia que existe entre ambos mundos. Incontrastables. Pero ganó mucho más. Desde hace un tiempo ya pronunciado, es la vidriera regional. Con un proyecto serio e integral. Un equipo doméstico que pudo dar el salto –siendo amateur- de afrontar tres competencias diferentes al mismo tiempo y no desentonar en ninguna. Con un cuerpo técnico y jugadores –la mayoría made in Viale- con una jerarquía extraordinaria y dirigentes comprometidos que se esfuerzan día a día para que la institución sea lo que es hoy. Un espejo. Un ejemplo a imitar. Una entidad que impone respeto con el simple hecho de nombrarla y que se ha convertido en el gran impulsor de los avatares de nuestro fútbol doméstico.

Y así, sin que nadie le regale nada, llegó a esta histórica instancia frente a San Lorenzo de Almagro y realizó una destacable labor.

El resultado, con el paso ineludible del tiempo, será sólo un dato estadístico que pocos recordarán. Los goles de Verón, Cauteruccio y Cardona, quedarán sólo en el rincón de algún memorioso hincha Cuervo. Son números circunstanciales arrojados por un frío formato de competencia. Lo que nadie olvidará de esa otoñal noche formoseña y que se hace tan difícil de resumir, por los estrechos espacios que concede la gráfica, es que un club de nuestro mundo, de nuestro fútbol, de nuestra vida, se midió con lo que el destino le deparaba hace casi 90 años: la posibilidad de cambiar el curso de la historia. Con una huella profunda que no se borrará jamás. Por el resto de los tiempos.

 Por Luciano Mastaglia – Nueva Zona